Mi confrontación con la docencia
Recuerdo el comentario de uno de mis compañeros de la ingeniería cuando me pregunto qué estaba haciendo y le comente que estaba dando clases para el Conalep; “ah entonces no estás trabajando” así es la percepción que los demás tienen de nuestro trabajo, y también es la percepción que muchos de mis compañeros tienen, como si fuera un verdadero trabajo.
Y tal vez tengan razón, esto es más que un trabajo es una forma de vida. Por ello es tan importante hacer la reflexión acerca de la razón que nos empujo a ser maestros, porque bien pudimos ser otra cosa. En mi caso fue recordando buenos maestros, pero principalmente recordando a malos maestros aquellos que tenían apuntes amarillos por lo viejo y que eran sus apuntes de cabecera, sin los cuales estaban desarmados. Decidí entonces sorprender a mis alumnos con clases diferentes y renovadas cada semestre, experiencia que me ha permitido renovarme a la vez.
Recuerdo mi primer día en el Conalep, con la seguridad de haber sido instructor de Socorrismo Básico en la Cruz Roja, pensé que sería muy sencillo, pero me di cuenta que a diferencia de mis aspirantes a Socorristas que acudían a clases para aprender, mis alumnos en el Conalep estaban ahí para pasar el semestre. Esto era sumamente difícil de comprender para mí. Comencé a estudiar la secundaria cuando tenía 19 años (en una secundaria para trabajadores) y convencido de que quería estudiar, mi esfuerzo estaba encaminado a aprender lo más que pudiera, lo mismo en todos los demás niveles educativos, aprovechar y aprovecharme de la experiencia de mis maestros. Pero con mis alumnos parecía ser lo contrario, entre menos mejor; recuerdo la pregunta de uno de mis alumnos “por qué usted nunca llega tarde, ni falta”; ahí comprendí que tenía que aprender a enamorar a mis alumnos del conocimiento. Y si bien aun no lo logro con muchos de ellos, existen experiencias que me dicen que es posible hacerlo.
Cuando con el correr de los años me reencuentro con ex alumnos y me comparten el nuevo libro que están leyendo o la especialidad en que se inscribieron, me lleno de orgullo, porque contribuí a ello.
Sigo peleando con las antiguas propuestas educativas que siguen prevaleciendo y que forman la personalidad de nuestros alumnos, las clases rígidas, excesivamente estructuradas, y donde el principal trabajo lo desarrolla el alumno. Pero ahora esta nueva propuesta del Modelo para la Educación Media Superior me invita a redoblar esfuerzos, pero me frustra cuando me doy cuenta del esfuerzo que significa para mis compañeros abandonar el papel de protagonista en el aula. Espero que ahora con esta especialidad podamos tener mejores herramientas para influir (por qué no) en nuestros alumnos para adoptar una cultura de permanente aprendizaje y que en un futuro de preocupen menos por la calificación, y más por el conocimiento mismo.
José Dolores Gpe. Moctezuma Hdez. (Lole)
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